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Felix Baumgartner fallece, símbolo mundial del salto extremo desde la estratósfera

Felix Baumgartner, el valiente atleta austríaco reconocido globalmente por ser el pionero en saltar a la Tierra desde el borde del espacio, murió este jueves a los 56 años después de un accidente con un parapente motorizado en la zona italiana de Las Marcas. El accidente sucedió cerca del pueblo costero de Porto Sant’Elpidio, donde el exsoldado aterrizó cerca de una piscina de hotel, aparentemente debido a un problema médico inesperado durante el vuelo.

El último vuelo de un ícono del riesgo

Baumgartner sobrevolaba el área en su parapente motorizado, una práctica que aún cultivaba con pasión, cuando se produjo la caída fatal. Según declaraciones preliminares del alcalde de la localidad, Massimiliano Ciarpella, los primeros indicios apuntan a una pérdida repentina de control, posiblemente ocasionada por un desvanecimiento o complicación médica. La comunidad local expresó su consternación, y el alcalde lo definió como “un símbolo de valentía y pasión por los vuelos extremos”.

Su fallecimiento ha provocado una oleada de homenajes en redes sociales, donde miles de seguidores han recordado su legado comentando una de sus últimas publicaciones: un video en el que se le observa trabajando con detalle en el motor de su parapente. En otro mensaje publicado poco antes del accidente, mencionaba las complicadas condiciones climáticas del día, señalando que había «demasiado viento», mientras compartía una imagen del cielo nublado.

Una carrera definida por la adrenalina

Nacido en Salzburgo, Austria, en 1969, Baumgartner descubrió su pasión por el paracaidismo a los 16 años. Rápidamente destacó por su destreza y precisión, cualidades que perfeccionó en el equipo de demostración del ejército austríaco. Durante la década de 1990, su interés por las acrobacias lo llevó al salto base, una disciplina aún más arriesgada que el paracaidismo tradicional, en la que se lanzaba desde estructuras fijas con la ayuda de un paracaídas.

Su nombre comenzó a ganar notoriedad internacional a finales del siglo XX. En 1999 logró dos hazañas extraordinarias: el salto base más bajo de la historia, desde la mano del Cristo Redentor en Río de Janeiro (a tan solo 30 metros de altura), y el salto más alto desde un edificio, al lanzarse desde las Torres Petronas en Kuala Lumpur. Cuatro años más tarde, en 2003, cruzó el Canal de la Mancha usando un traje con alas de fibra de carbono, una proeza que reafirmó su estatus como referente mundial del vuelo extremo.

El brinco que lo hizo eterno

De todas formas, su logro más destacado ocurrió en octubre de 2012, cuando fue la figura principal del salto en paracaídas más alto documentado hasta ese momento. Embarcado en un globo, ascendió a una altitud de 39 kilómetros desde la estratósfera sobre Nuevo México y se precipitó al vacío, logrando una velocidad máxima de 1.342 kilómetros por hora. De esta manera, se convirtió en la primera persona en superar la velocidad del sonido sin asistencia mecánica en su caída libre.

La misión, que combinó tecnología aeroespacial con la valentía del salto extremo, fue seguida en directo por millones de personas alrededor del mundo. El impacto con la atmósfera terrestre lo dejó en caída libre durante casi diez minutos, descendiendo únicamente con paracaídas en los últimos tramos del trayecto. Al tocar tierra, se arrodilló y levantó los brazos en señal de victoria. Años más tarde recordaría aquel momento como una experiencia que lo hizo sentir “muy humilde” y centrado únicamente en sobrevivir.

Un legado que reta la gravedad

A lo largo de su carrera, Baumgartner no solo rompió récords técnicos, sino que también transformó la percepción del deporte extremo, llevándolo más allá del espectáculo para convertirlo en un campo de innovación, superación personal y límites humanos. Su figura fue clave en inspirar a una nueva generación de deportistas, científicos y aventureros, interesados en explorar las fronteras del cuerpo y la mente humana.

Felix Baumgartner muere como vivió: en el aire. Su huella quedará en la memoria de aquellos que encontraron en sus logros la personificación más valiente del espíritu humano. Aunque ya no conquiste el cielo, su historia continuará motivando a quienes piensan que los límites existen para ser desafiados.

Por Alfredo Mijarez P.

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