Dentro del contexto de las averiguaciones acerca del empleo de fondos estatales en el Ministerio de Transportes durante el gobierno pasado, han emergido nuevos detalles que involucran a funcionarios de alto nivel en supuestas prácticas irregulares para incrementar su grupo de asesores, superando las restricciones impuestas por la ley actual. Un aspecto destacado sugiere que José Blanco, exministro y personaje influyente en el ámbito político, habría aconsejado a José Luis Ábalos utilizar la empresa pública Ineco como método alternativo para incorporar más personal.
El sistema se basaba en emplear contratos con esta empresa estatal —vinculada directamente con el Ministerio de Transportes— para añadir colaboradores que, en teoría, no podían integrar la plantilla formal del gabinete ministerial debido a limitaciones legales o de presupuesto. Así, se habría aumentado la cantidad de asesores activos sin que estuvieran registrados oficialmente en la estructura organizativa del ministerio.
Según fuentes del entorno administrativo, esta práctica habría sido implementada bajo el argumento de que era necesaria una mayor capacidad técnica y operativa para enfrentar los desafíos de gestión, pero sin pasar por los procedimientos habituales de autorización. Ineco, empresa especializada en ingeniería y consultoría del transporte, habría sido el vehículo instrumental para solventar esas limitaciones mediante la suscripción de contratos con personal cercano al ministro o recomendado por figuras del partido.
La estructura quedó al descubierto en el contexto de un examen interno de las relaciones laborales entre Ineco y varias secciones del ministerio, el cual descubrió un incremento inusual de contrataciones durante el período de Ábalos. Las investigaciones han hallado al menos diez contratos con perfiles cuyo trabajo estaba directamente vinculado a actividades de consultoría política, en vez de labores técnicas, lo que genera incertidumbres sobre la legalidad de dichas contrataciones.
La conexión entre Blanco y Ábalos ha sido estrecha en el ámbito político, lo cual ha aumentado el interés por el rol del primero en la estructuración de los equipos del segundo. Aunque no tenía un puesto público durante las recomendaciones, Blanco seguía teniendo influencia en áreas importantes del partido y en el entorno empresarial relacionado con la obra pública.
Las críticas frecuentes de los organismos de supervisión han señalado el empleo de empresas públicas como un método alternativo para la contratación de personal. Estas instituciones advierten sobre el peligro de evitar la supervisión administrativa y comprometer los principios de mérito, capacidad y transparencia en el servicio público. En esta situación, la participación de altos funcionarios y el uso de recursos estatales para posibles objetivos partidistas aporta una dimensión política al escándalo.
Ante estas revelaciones, algunos sectores del arco parlamentario han solicitado la comparecencia de los involucrados ante comisiones de control, con el objetivo de esclarecer el alcance de las prácticas denunciadas y las posibles responsabilidades administrativas o penales que pudieran derivarse.
Por su parte, desde el entorno del exministro Ábalos se ha defendido la legalidad de los procedimientos utilizados, argumentando que todas las contrataciones a través de empresas públicas respetaron la normativa aplicable y respondieron a necesidades técnicas legítimas del ministerio. Sin embargo, las explicaciones no han logrado disipar las sospechas sobre un patrón sistemático de instrumentalización de recursos públicos.
La polémica surge en un contexto donde se discute la reforma de los criterios de contratación en la administración pública, precisamente para evitar que empresas estatales sean utilizadas como atajos para incrementar personal afín al margen del escrutinio institucional. El caso ha reavivado el debate sobre la necesidad de fortalecer los mecanismos de transparencia y control en todos los niveles del Estado.
Sin embargo, se anticipa que las investigaciones continúen de manera más exhaustiva para identificar si hubo un sistema organizado con la intención de fortalecer el poder político a través de prácticas de contratación inadecuadas. Los resultados de estas pesquisas podrían tener implicaciones significativas, afectando no solo el ámbito legal, sino también la confianza del público en la gestión de las instituciones.
